Mis hijos fueron creciendo y yo sabía que necesitaba estar al lado de ellos, cuidarlos, protegerlos, darles consejos, apartarlos de las malas amistades: entonces fue cuando decidí ejercer la peluquería. Por esa misma época mi mamá también decidió que viviéramos separadas y desde ese entonces ella vive en Miraflores, un barrio muy cerquita de aquí, de los Comuneros, donde yo resido.
Viviana García, como la gran mayoría de los habitantes de Magangué (Bolívar) lo perdió todo cuando la ola invernal del 2010- 2011 arremetió sin piedad e inundó gran parte de la región de La Mojana.
“Que fue el Fenómeno de la Niña”, decían los habitantes de Magangué, buscando un culpable de las desgracias y vicisitudes que genera un fenómeno de esta naturaleza.
En aquel entonces, Viviana vivía con Esperanza Pineda, su mamá, quien le ayudaba a cuidar a sus 3 pequeños hijos en las mañanas y por las tardes trabajaba vendiendo “fritos“.
Las dos “molían duro” para tener lo necesario; Viviana, por su parte, trabajaba como empleada doméstica.
Eran tiempos difíciles pero la situación se complicó más cuando “las inundaciones le impidieron a mi madre seguir con sus ventas. Yo, mientras tanto continué trabajando en casas de familia y después un hotel. Pero eso de depender de otros es complicado “, contó Viviana.
No fue fácil superar la dramática situación que vivieron miles de colombianos a causa de ese fenómeno natural.
De todas maneras, fue un gran esfuerzo para superar la adversidad, con un panorama complejo que empezó a mejorar con el apoyo del gobierno. La ruta, sin embargo, fue larga y compleja.
“Mis hijos fueron creciendo y yo sabía que necesitaba estar al lado de ellos, cuidarlos, protegerlos, darles consejos, apartarlos de las malas amistades: entonces fue cuando decidí ejercer la peluquería. Por esa misma época mi mamá también decidió que viviéramos separadas y desde ese entonces ella vive en Miraflores, un barrio muy cerquita de aquí, de los Comuneros, donde yo resido”, agregó Viviana.
En Los Comuneros y Miraflores, dos barrios vecinos de Magangué se tejen estos dos ejemplos de emprendimiento en una misma familia. Madre e hija recibieron hace dos años de parte del Fondo Adaptación ayudas que les han significado un gran impulso, no solo para sus economías domésticas, si no para su crecimiento personal.
Viviana y Esperanza son dos de las 4.900 personas que han recibido del actual Gobierno, a través del Fondo Adaptación, financiación para sus iniciativas productivas.
En los 11 municipios que componen La Mojana: San Marcos, Sucre, San Benito, Majagual, Guaranda y El Caimito (departamento de Sucre); Achí, San Jacinto (Bolívar) Ayapel (Córdoba) y Nechí (Antioquia), el Fondo Adaptación apoya proyectos productivo por valor de más de $ 2.500 millones.
El apoyo a los emprendimientos por parte de la Entidad es amplio y se ajusta a las necesidades individuales. Va desde el patrocinio a oficios como peluquería, modistería, panadería, jardinería y agricultura, hasta el impulso a procesos creativos en manufacturas, transformación de alimentos, artesanías de pesca, comestibles, productos pecuarios y artesanales.
En la Región de La Mojama El Fondo Adaptación ha trabajado de la mano con Pastoral Social. Viviana y Esperanza recuerdan que “el apoyo a las familias emprendedoras de la región empezó con las visitas que hacía Pastoral Social, a cada uno de sus hogares, haciendo una especie de censo por los barrios de Magangué, con el propósito de conocer las capacidades y virtudes de cada una de los escogidos”.
Con brillo en sus ojos penetrantes, Viviana recuerda que hace dos años, el Fondo Adaptación le entregó un secador, cepillos, tijeras, plancha, champú, peinillas y demás artículos que le han permitido ejercer de una manera más especializada una de sus pasiones: la peluquería.
“Ahora cuento con unas herramientas de mejor calidad y gracias a mi labor como peluquera, he podido sacar adelante a mi familia, es decir, a mis tres hijos y a mi papá, que ahora también vive conmigo”, añadió.
El Fondo Adaptación no solo me cambió la vida a mí -dice Viviana sonriendo- sino a toda mi familia. Mi madre también es beneficiaria pues, ella recibió todo el menaje necesario para montar de nuevo su negocio: una venta de arepas, empanadas, café con leche y tinto.
“Yo recibí desde el “carro”, pasando por las sillas, las ollas, las cucharas, los vasos y todos los utensilios para poner a funcionar mi “puesto de fritos”, reconoce Doña Esperanza.
Los lazos familiares son ahora más fuertes, pues madre e hija se apoyan y acompañan para sacar adelante su familia y sus negocios.
Viviana a sus 37 años se siente bendecida, trabaja desde muy temprano a domicilio; su trabajo se ha cotizado. Tiene seis o siete clientas fijas, atiende eventos especiales y su tarifa depende del tipo de peinado y arreglo que la cliente quiera.
Al terminar su jornada como peluquera, después de las 5.30 p.m., Viviana se desplaza hacia el vecino barrio Miraflores, donde vive su mamá, Doña Esperanza Pineda, para ayudarle con el montaje de la venta de “fritos”.
“Yo alisto y saco el carro, acomodo las sillas y dejo todo limpio, mientras mi mamá prepara sus arepas, empanadas y las bebidas calientes y atendemos hasta las 10 de la noche: esa es nuestra rutina diaria”, relató Viviana.
La Señora Esperanza, por su parte, se mostró muy agradecida con el Fondo Adaptación y manifestó: ” no tengo quejas de lo que me dieron. Ahora trabajo con la seguridad de contar con los elementos suficientes para que mi negocio cada día sea más grande. Mis empanadas y arepas son todo un éxito”
Adicionalmente y como complemento integral para contribuir al impulso de las economías locales y al fortalecimiento profesional, el Fondo Adaptación , les ofreció charlas formativas sobre ahorro comunitario e individual.
“La vida nos cambió y mi familia está hoy más unida y vive mejor. El apoyo económico nos permitió empezar de nuevo y las capacitaciones son muy buenas, nos han servido para nuestro crecimiento como empresarias y para aprender a manejar el dinero”, concluyó Viviana.